La Comisión Europea (CE) tiene la firme decisión de regular el uso de pesticidas para así evitar la saturación del ecosistema. El objetivo consiste en establecer la obligación de reducir a la mitad el uso de químicos que lucha contra las plagas en la Unión Europea (UE) para 2030.
La iniciativa sigue la línea trazada por el Pacto Verde y la estrategia ‘De la Granja a la Mesa’, políticas que pretenden el restablecimiento de la biodiversidad en la UE para 2050. Seguridad alimentaria y salud van de la mano en esta declaración de intenciones.
La lucha contra las plagas
La preocupación de investigadores y de ciudadanos por el impacto de los plaguicidas en el medio ambiente es muy grande. Porque los peligros para la salud son evidentes, tanto para las personas que los utilizan como para sectores vulnerables y menores. Problemas dermatológicos, gastrointestinales, neurológicos, cancerígenos, respiratorios, reproductivos y endocrinos están en la lista de posibles perjuicios.
La exposición a estas sustancias químicas puede ocasionar consecuencias muy graves. En 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que cada año se producía en torno a un millón de intoxicaciones no intencionales con plaguicidas, cifra que provoca 20.000 muertes. Un estudio más reciente señala que al año ocurren en todo el mundo 385 millones de casos de intoxicaciones agudas no intencionales. Y las muertes se cifran en 11.000.
Huir de los pesticidas
Según la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, entre 340.000 y 370.000 toneladas de estos plaguicidas continúan en actividad cada año. De estas, cerca de la mitad son bioacumulativas, es decir, permanecen en los organismos que las consumen. Si los pesticidas interaccionan con la atmósfera aumentan las emisiones de gases de efecto invernadero.
Con el biocontrol y la Inteligencia Artificial se está intentando mantener un combate sostenible contra las plagas sin necesidad de recurrir a las sustancias químicas. Con drones, hongos ‘comeplagas’ o microorganismos se están planteando alternativas a los plaguicidas tradicionales.
Técnica del insecto estéril
La denominada técnica del insecto estéril (TIE) consiste en controlar las plagas de insectos de una manera respetuosa con el medio ambiente. Esto implica la cría en masa y la esterilización por radiación de los insectos que provocan una plaga específica. Una vez que están esterilizados, se suelta en una zona determinada a los machos, que se aparean con hembras sin que se reproduzcan. Así se logra reducir la población causante de la plaga.
Se trata de uno de los métodos de erradicación de plagas de insectos menos nocivos para el medio ambiente creados hasta este momento. La irradiación con rayos gamma y rayos X se usa para esterilizar insectos criados en masa. Aunque continúan manteniéndose sexualmente competitivos, no se reproducen. En ningún caso lleva aparejado un proceso de ingeniería genética.
La Convención Internacional de Protección Fitosanitaria incluye a los insectos estériles dentro de los organismos beneficiosos. Entre sus características cabe destacar que los insectos estériles no se autorreplican, es decir, no pueden establecerse en el medio ambiente; rompen el ciclo reproductivo de una plaga; y no se introducen especies no autóctonas en un ecosistema.
Beneficios
La técnica del insecto estéril comenzó en Estados Unidos y lleva usándose con buen resultado desde hace más de 60 años. Se aplica en todo el planeta con distintas opciones estratégicas como la supresión, la erradicación, la contención y la prevención.
El Programa Conjunto FAO/OIEA de Técnicas Nucleares en la Alimentación y la Agricultura concentra los trabajos de investigación para mejorar y perfeccionar la técnica con el objetivo de luchar contra nuevos insectos causantes de plagas. Busca además que exista una transferencia de la TIE a los Estados Miembros a través de proyectos sobre el terreno, de manera que puedan beneficiarse de una salud integral, un medio ambiente más amable, un incremento de la producción agrícola y pecuaria en el sector agrícola y un desarrollo económico más ágil.
Junto a otros métodos de control, la TIE ha evidencia su eficacia en la lucha contra una serie de plagas de insectos importantes, entre las que destacan la mosca de la fruta (la mosca mediterránea de la fruta, la mosca mexicana de la fruta, la mosca oriental de la fruta y la mosca del melón); la mosca tsetsé; el gusano barrenador del ganado; las polillas (el gusano de la pera y la manzana, el gusano rosado del algodonero, la palomilla falsa, la polilla del nopal y la polilla pintada australiana de la manzana); y los mosquitos.
En distintos países donde se ha aplicado esta tecnología, se han llevado a cabo estudios de evaluación económica que han señalado un rendimiento de la inversión muy elevado. Entre los beneficios que se derivan de la aplicación de la tecnología conviene destacar: una limitación importante en las pérdidas de la producción agrícola y pecuaria; la protección de las industrias hortícola y ganadera gracias a la prevención de la aparición de plagas; la fijación de condiciones propicias para la exportación de productos básicos a mercados de alto valor sin restricciones cuarentenarias; la protección y creación de puestos de trabajo; una reducción sustancial de los costes productivos y del gasto sanitario; y la protección medioambiental gracias a un uso reducido de insecticidas.
Otras estrategias
En España fue pionero el Centro de Control Biológico de Plagas, bioplanta situada en la localidad valenciana de Caudete de las Fuentes, que usa la técnica desde 2007. Principalmente están centrados en luchar contra la mosca del Mediterráneo, que afecta sobre todo a los cítricos.
Otra fórmula sostenible de controlar las plagas es la utilización de feromonas. Son sustancias naturales que las hembras de ciertas especies emiten para incitar al macho a la cópula. Si se libera una copia de esos aromas en los cultivos, al macho se le hace más difícil seguir el rastro. Conclusión: menos apareamientos, menos población.