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ENTREVISTA | Antonio González, CEO de Impact Hub Madrid

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Antonio Gonzalez Impact Hub Madrid

Antonio Gonzalez Impact Hub Madrid

El reciente estudio ‘Consumo sostenible. De la intención a la acción’, elaborado por Impact Hub Madrid e Imop Insights, revela que todavía existe una importante brecha entre la toma de conciencia y la puesta en práctica de medidas que impulsen comportamientos más sostenibles. ProSostenible ha conversado con Antonio González, CEO de Impacto Hub Madrid, sobre las claves de esta investigación.

Psicólogo de profesión, González empezó trabajando en el mundo corporativo (banca, telecomunicaciones, internet). Después, en su segunda etapa desempeñó la dirección general en Médicos del Mundo España durante diez años. Y ahora ejerce como CEO de Impact Hub Madrid, donde pretende acelerar los procesos de cambio que son necesarios en la sociedad hacia modelos más sostenibles, más justos y más inclusivos

El estudio de Impact Hub Madrid

¿A qué se dedica Impact Hub Madrid?

Impact Hub es una red internacional de comunidades orientadas a promover emprendimiento de impacto. Hay Impact Hub en más de cien ciudades en el mundo, en sesenta países, en los cinco continentes. Básicamente son centros de coworking donde se desarrolla una actividad de impulso de innovación, emprendimiento, trabajo colaborativo sobre la economía de impacto. La filosofía consiste en no mirar solamente el interés económico sino también el social y el del medio ambiente. Estamos trabajando desde hace quince años; en Madrid, desde hace trece. Y también tenemos representación en Barcelona, Málaga, Zaragoza, Donosti y Lisboa.

El estudio elaborado por Impact Hub Madrid e Imop Insights dice que la mitad de la ciudadanía no percibe una situación de riesgo en los efectos actuales del cambio climático. ¿Te ha sorprendido el resultado?

Los datos arrojan elementos un poco contradictorios. Por un lado, la población no pone en primerísimo lugar de su preocupación el cambio climático, si no el desempleo, la economía… Pero al mismo tiempo, una inmensa mayoría de la población, en torno al 80%, sí considera que hay un impacto del cambio climático y que lo va a haber en el futuro y que nos debe de preocupar. Lo que sucede es que en la jerarquía hoy por hoy todavía pasan por encima otras preocupaciones más cortoplacistas. Esta es una de las claves, lo que se llama el sesgo del presentismo. Una inmensa mayoría de la población es consciente de que el cambio climático va a ser un problema y ya lo está siendo, pero de alguna manera se ven sus impactos a largo plazo, mientras que por otro lado algunas de las acciones o decisiones que hay que tomar pueden afectar a temas muy en el corto plazo. Esa disociación entre ver las consecuencias a largo plazo y los sacrificios en el corto es lo que llamamos el sesgo del presentismo. Esta es una de las claves de la brecha de la intención a la acción.

Visibilización de comportamientos positivos

El 26% cree que llegaremos a conocer repercusiones muy graves en nuestro planeta, pero no por ahora, mientras que un 18% las sitúa a más largo plazo y cree que no llegaremos a conocerlas. Casi como en El burlador de Sevilla, cuando Don Juan Tenorio dice “Cuan largo me lo fiais”. ¿Por qué se piensa que no va a ser mañana?

Es muy desmovilizador. Colectivamente como sociedad tenemos un trabajo que hacer, encontrar palancas más cortoplacistas que permitan activar esos comportamientos que van a tener un impacto más a largo plazo. Uno de los elementos que vemos importante es dar visibilidad en positivo a prácticas exitosas de reducción de contaminación o de racionalización de consumo y de producción. Esa visibilización de comportamientos positivos compensa porque lo reconviertes en un refuerzo social, en donde de alguna manera hay un reconocimiento.

¿No adoptar comportamientos responsables puede tener que ver con ideologías políticas? ¿Cuánto influye el negacionismo?

Desde un punto de vista porcentual, el negacionismo tiene un peso muy pequeño, en torno al 7% por ciento; luego hay otro 8% digamos que son acomodados. Son porcentajes pequeños, pero muestran mucha actividad. Y la temática termina polarizándose ideológicamente y esta es una de las grandes brechas. Existe un concepto, la tragedia de los comunes. Todo aquello que es un bien común, como terminamos por no verlo como nuestro, al final no le prestamos la atención suficiente. Los mensajes de cambio climático, en la medida que sean utilizados de manera polarizante, restan movilización de la ciudadanía. Hay que pedir a los políticos que el cambio climático, que es una realidad innegable, científicamente demostrada, y que ya está teniendo unos efectos muy importantes, se saque del debate partidista. Hay que generar un consenso lo más transversal y lo más horizontal posible en la sociedad para poder realmente generar unas estrategias que sean lo más inclusivas posible.

¿Se trata entonces de “desideologizar el cambio climático para fomentar conductas sostenibles”?

En la medida que utilicemos el cambio climático como un elemento de polarización ideológica, eso te lleva a un territorio donde se genera una negación simplemente por la posición ideológica que ocupas. Observamos que el 80% ya es consciente de que el cambio climático es una realidad, está teniendo impacto en sus vidas y empieza convertirse en un mainstreaming. Y eso debería de trasladarse a los discursos políticos. Deberíamos desideologizar la lucha contra el cambio climático como lo estamos viendo en Europa y en otros muchos sitios, donde el consenso es cada vez más transversal, más amplio e incorpora ideologías de distinto tipo.

Transformaciones concretas

¿Cuánto de postureo tiene el discurso de la sostenibilidad?

El cambio que se está produciendo ya se ve como algo inevitable. Algunos de estos cambios en el discurso probablemente empiezan desde una óptica más de postureo o de green washing. Sin embargo, en los últimos 10 o 15 años está habiendo transformaciones concretas y reales de personas y organizaciones que a lo mejor antes habían dado un paso de postureo, pero se han metido en un proceso de transformación real. Y viene por el impulso reglamentario, legal, y por la presión social y el compromiso de las instituciones de tener necesariamente que cambiar el modelo de producción y el modelo económico que hemos tenido en los últimos 50, 60 años, basado estrictamente en la maximización de los beneficios económicos a cualquier coste. El cambio ha de tener en cuenta el desarrollo económico, pero también el impacto social y el medioambiental.

Ese proceso está escalando de una manera importante en muchos sectores, incluso en ámbitos corporativos, donde mucha gente que tiene realmente poder de transformación y capacidad de cambio por el puesto que ocupa, piensa en el futuro de sus hijos, de sus nietos, en la responsabilidad que tenemos como sociedad. Por eso es importante quitar los obstáculos que puede tener ese proceso.

La ruta estratégica

¿Qué políticas se deben seguir para mitigar los efectos del cambio climático?

La ruta está muy marcada por el European Green New Deal, las Naciones Unidas y la ciencia. Sustituir los combustibles fósiles es una prioridad, como reducir las emisiones de CO2 de manera muy acelerada. Pero más allá de eso, pasa por cambiar hábitos en nuestra vida cotidiana. Hay dos grandes ejes: el asunto de la producción y el consumo de energía, y la alimentación, la movilidad, la economía circular (el reciclado y la gestión de residuos). Hay otros aspectos del ámbito social que son complementarios, como no dejar a nadie atrás, la inclusividad… Por ejemplo, la ciudad de 15 minutos, fortalecer el desarrollo económico de los territorios para que no haya tantísima concentración en las ciudades y que se permitan tener comunidades un poco más sostenibles desde el punto de vista del hábitat. Las políticas están bastante claras y definidas, igual que el discurso, que empieza a estar instalado. Necesitamos que todo eso vaya aterrizando en acciones concretas y cambios reales de modos de producción, en comportamientos organizacionales y en comportamientos individuales de la ciudadanía.

¿En qué pueden ayudar la tecnología y la innovación?

Diferenciaría entre tecnología e innovación. La innovación puede ayudar en todo. Estamos en un momento en el que necesitamos encontrar nuevas maneras de hacer las cosas y eso es pura innovación, es decir, cómo encontrar nuevas respuestas a problemáticas anteriores. Y eso es así en el uso de la tecnología, pero también en cómo comemos o cómo nos relacionamos o cómo viajamos o qué comportamientos sociales tenemos. La innovación está en el ámbito social y en el medioambiental, que no necesariamente pasa por la tecnología, sino por cambios de hábitos, de comportamientos, de forma de relación. Y luego hay un tipo de innovación que es la tecnológica, que está transformando muchos de los procesos y de las actividades y acciones, y sin duda está llamada a ser una parte de la respuesta en este sentido. Es verdad que también hay que cuidar que no llevemos patrones de comportamiento no sostenibles al mundo de la tecnología. Realmente donde está la respuesta es en la innovación, que obviamente puede usar la tecnología, pero la tecnología no en sí misma la respuesta. Porque la tecnología te puede llevar a un camino en donde el consumo de energía o la verticalización de los servicios o la marginalización de determinados colectivos no representan soluciones sostenibles.

Motivación

¿Le falta iniciativa al ciudadano, a las asociaciones?

El iceberg es bastante más grande de lo que se ve y se conoce. Como se ve cuando empiezas a mapear iniciativas, actividades y casos de éxito, empezando por la familia B Corp, que está creciendo de manera brutal. Nosotros formamos parte de B Corp, que son las empresas que dicen que no son las mejores del mundo, sino las mejores para el mundo. Si se miran las inversiones de impacto, se observa que está llamando la atención de grandes entidades financieras. Y en cuanto a los movimientos más sociales o las actividades que se hacen en pequeñas comunidades, se puede mapear una red de iniciativas por todo el territorio muy importante, muy densa, y que empieza a tener una masa crítica bastante relevante de actividades que van un poco en esta dirección de nuevos modelos. Lo que falta es sobre todo la visibilización de casos de éxito y de comportamientos adecuados. Muchas veces hay desmovilización por algunos argumentos que en el estudio se reflejan muy bien. Como el argumento de que “esto lo tienen que hacer otros, no soy yo, porque yo no tengo la capacidad de cambiar nada”. O “esto es tema de políticos, de grandes corporaciones”. O “que primero lo haga otro. Luego yo ya seguiré”. Lo que necesitamos es visibilizar en positivo la realidad que ya está sucediendo.

¿La crisis del COVID-19 y la económica y geoestratégica de ahora han frenado la conciencia de respeto al medio ambiente?

Sin duda es un elemento que está distorsionando y provoca debate. Es significativo que haya habido muchos pronunciamientos, incluso de grandes corporaciones, hacia la Unión Europea. Es obvio que está habiendo una tensión debido a la necesidad, especialmente ahora con la guerra de Ucrania y antes con el COVID-19. De nuevo el sesgo del presentismo. Habría que tener en cuenta a los indígenas norteamericanos, que decían que cada decisión que se tomara había que pensar en las consecuencias para siete generaciones posteriores. El corto plazo a veces eclipsa la verdadera emergencia, que es la del cambio climático.


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