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Infraestructuras resilientes y sostenibles, el reto de las ciudades

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El Objetivo 9 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es “Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización sostenible y fomentar la innovación”. Entre los cambios que han sacudido el mundo con la crisis sanitaria del COVID-19, se ha detectado la necesidad urgente de disponer de infraestructuras resilientes contra los desastres y el cambio climático.

Toca además preservar o acometer reformas en infraestructuras básicas, como carreteras, tecnologías de la información y la comunicación, saneamiento, energía eléctrica y agua. Desde un punto de vista global, cualquier ciudad presenta vulnerabilidades a impactos severos. El origen del desastre puede ser natural o humano. La ONU señala que los efectos de la urbanización masiva, el cambio climático y la inestabilidad política son los principales generadores de daño.

Infraestructuras resilientes que se adaptan

La mitad de la población reside en núcleos urbanos y la previsión para 2050 es que el porcentaje aumente hasta el 70%. El desafío se antoja mayúsculo y ante el gran reto hay que echar mano de la resiliencia. Este concepto se refiere a la habilidad de la ciudad para mantener la continuidad tras la catástrofe. Además, se valora la capacidad de adaptarse y transformarse.

Una ciudad resiliente evalúa, planea y actúa para responder a todo tipo de obstáculos, repentinos o graduales, esperados o imprevistos. Así, los núcleos urbanos se preparan para la protección y mejora de vida de sus residentes, para proseguir con avances en el desarrollo, para alentar un entorno en el que se pueda invertir y para la promoción del cambio positivo.

Resiliencia y sostenibilidad son potencias que pueden aparecer juntas. Para que una ciudad pueda ser resiliente, todo irá mejor si también es sostenible e inteligente. Las grandes empresas españolas ponen su granito de arena en la lucha contra el cambio climático y lideran las medidas de sostenibilidad en su estrategia: el 66% de las compañías que están en el IBEX 35 analizan a sus proveedores con criterios sociales y el 71%, con criterios ambientales.

Tiempos de crisis

No casan bien crisis y sostenibilidad. La situación actual hace muy difícil la evolución positiva. La subida de los precios de la energía y de las materias primas y el desolador panorama internacional ponen en peligro el desarrollo del sector de las infraestructuras. Los 140.000 millones de euros de los Fondos Europeos apenas cubren las inversiones que se precisan. En Europa se ha considerado la energía nuclear una energía verde. En España, no. Parece que las renovables pueden ser una buena solución, pero falta todavía desarrollo.

Otras infraestructuras, como los puertos, siguen el camino de la transformación digital, un proceso de modernización que desembocará en una mejora de la sostenibilidad. Para lograr la descarbonización se deben impulsar medidas en favor del suministro eléctrico de los buques de mercancías en el momento de atracar. Otro punto destacado es la futura integración de las terminales portuarias con la red de ferrocarril.

En los trenes se prevé aumentar la digitalización y la automatización de procesos gracias a los Fondos Europeos, que ayudarán a un nuevo sistema de movilidad. Sector portuario y ferroviario se centrarán en la investigación del hidrógeno verde como el combustible del futuro.

Más pobreza

Mantener las inversiones es preciso. La ONU estima que ante 2030, si no se realizan las aportaciones precisas para conseguir que las ciudades sean más resilientes, los desastres naturales podrían suponer a los núcleos urbanos el coste de 314.000 millones de dólares cada año. Y el cambio climático podría provocar la pobreza de más de 77 millones de personas.

El cambio climático también aumenta los peligros, como la subida de los niveles del mar, alerta que amenaza a 200 millones de personas que viven en la costa. Las ciudades y sus administradores tienen que reforzar la capacidad de limitar los daños y los periodos de recuperación ante cualquier eventual desastre.

Otro desafío que tiene España es completar la infraestructura 5G, uno de los factores que se tienen en cuenta para valorar si vivimos en una Smart city. La última edición del Ranking de Ciudades Inteligentes, que apareció el pasado mes de octubre, situaba a Bilbao en el puesto número 10 de un total de 118 ciudades de todo el planeta, y a Zaragoza en el 15.

Inteligencia Artificial

España cuenta con más de 60 smart cities. Grandes ciudades, medianas y pequeñas, entre las que se encuentran Madrid, Barcelona, Málaga, Granada, Vitoria, Logroño, Santander, Alcoy o Torrent. Inteligencia Artificial y algoritmos predictivos se alían para controlar los semáforos, sistemas de iluminación, sensores que miden la calidad del aire, contadores de energía, racionalización de la recogida de basuras…

Aunque se ha llevado por delante millones de vidas, la pandemia de COVID-19 está dejando algunas lecciones muy provechosas, como la evidencia de la capacidad de las ciudades para adaptarse al desastre y en muy poco tiempo prestar servicios públicos.

La guerra de Ucrania también aporta algún dato positivo en medio de tanta destrucción. El concepto de resiliencia aplicado a las ciudades asoladas por un conflicto bélico se convierte en transversal gracias a la organización civil de las necesidades más básicas: traslado de heridos, evacuación de refugiados…


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