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13 tips para una alimentación sostenible

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El 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación, una celebración promovida desde 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con la determinación de reducir el hambre en el mundo, objetivo que también pretende la Agenda 2030 con su meta de hambre cero. La alimentación sostenible es la estrategia para lograrlo.

La sostenibilidad implica, aparte de la huella de carbono, la huella hídrica, el impacto sobre el medio ambiente, el suelo o la biodiversidad. También se refiere a la población que realiza la producción de alimentos, las condiciones laborales, los salarios justos… Y además afecta a las relaciones con proveedores, el fomento del empleo rural en el sector primario, la resiliencia de los territorios rurales…

Alimentación sostenible y consumo

La Comisión Europea publicó en 2020 la estrategia “De la granja a la mesa” para establecer las bases de la producción y consumo de alimentos en el futuro a medio y largo plazo en la Unión Europea (UE). Una de las ideas que destacan es que los consumidores puedan saber el impacto real de los productos a través de información, una etiqueta de sostenibilidad.

La superpoblación del planeta obliga a buscar una alimentación sostenible. Se prevé que en 2050 la población del planeta será de 10.000 millones de personas. Limitar el consumo de carne, apostar por productos de proximidad o erradicar el desperdicio de alimentos son algunas de las prácticas que debemos asumir para comer mejor y contaminar menos. Este nuevo modelo obliga no solo a cambiar la producción de alimentos, sino también a modificar los hábitos de consumo. La alimentación sana sirve para evitar factores de riesgo como la obesidad, altos niveles de colesterol, hipertensión o azúcar en sangre.

Consejos

Ofrecemos a continuación consejos para una alimentación sostenible y saludable.

  • Erradicar el desperdicio alimentario. Según datos de la FAO, un 30% de los alimentos producidos en el mundo terminan en la basura. Cifra todavía más escandalosa si se compara con que la ONU estimó que en 2020 pasaron hambre entre 720 y 811 millones de personas a lo largo de todo el mundo.

  • Limitar los alimentos de origen animal. Los países de la OCDE consumen de media una cantidad mucho mayor de carne y productos cárnicos de los niveles que se recomiendan. Un consejo es la sustitución de la carne por proteína vegetal, como las legumbres, o por otra clase de proteína animal, como los insectos.

  • Si se come carne, que sea buena. La recomendación es optar por productos que no provengan de ganadería intensiva, es decir, de aquellas granjas que aprovechan los recursos naturales y hacen compatibles la producción y la sostenibilidad. Los animales criados en pequeñas explotaciones impactan positivamente en el entorno y la trashumancia contribuye a limpiar los pastos, lo que ayuda a prevenir los incendios forestales. Una carne que procede de estos lugares es más sabrosa y saludable.

  • Consumir productos ecológicos. Hay que fijarse en que la certificación avale que el alimento se ha producido según criterios sostenibles, como la rotación de cultivos, menor uso de pesticidas o una utilización responsable de agua.

  • Apuesta por los productos de cercanía y temporada. Los productos locales contribuyen a minimizar la huella de carbono. Cuando además se reduce el impacto ambiental, se ayuda a mejorar las condiciones sociales y económicas del entorno. Porque comprar productos de otra parte del mundo genera un aumento significativo de las emisiones que ocasiona el transporte.

  • Cuidado con los envases. No solo genera CO2 en su fabricación, el envasado suele ser una fuente de contaminación por plástico. La alternativa es el uso de envases reutilizables o la compra de productos a granel. También se recomienda evitar el consumo de agua envasada.

  • Favorecer el comercio justo. Cuando no es posible adquirir productos de proximidad, como el té o el cacao, se debe apostar por empresas que practiquen la agricultura sostenible y que en su cadena de valor se respete el comercio justo.

  • Consumir menos productos procesados. Los alimentos procesados hacen más largo el proceso de fabricación del producto. Es decir, consume muchos más recursos. Los productos frescos constituyen una alternativa más sostenible y más saludable.

  • Fruta a media mañana. Si tomamos tentempiés saludables durante el día, a la hora de sentarse a la mesa estaremos más saciados. Ir a comenzar la comida con el estómago vacío puede hacer que nos inclinemos por platos que contengan más calorías de las necesarias. ¿Por qué sucede esto? Porque el cuerpo obedece a la sensación de que precisa mucha energía para lograr la recuperación del organismo. La solución: tomar a media mañana una pieza de fruta.

  • Conocer lo que se va a comer. Saber la elección antes de sentarse a la mesa beneficia la alimentación sostenible. Si fuera posible, habría que estudiar la carta o el menú del restaurante donde se a va a acudir con cierta antelación. Para así escoger las opciones más saludables porque gozamos de más tiempo para tomar la decisión. Entonces será más fácil optar por verduras, legumbres, pescados y carnes blancas. Además, conviene estar al tanto de que los platos a la plancha o al horno son más saludables que fritos o empanados. Entre los acompañamientos, siempre es preferible una ensalada antes que unas patatas fritas. De bebida, agua como mejor posibilidad. Y de entre los postres, las frutas.

  • Tomar la iniciativa. Existe un efecto imitación. Cabe la posibilidad de que alguno de los comensales prefiera pedir platos menos saludables, por ejemplo, con muchas grasas saturadas. Para evitar caer en la tentación de seguir la “moda” es mejor hacer la elección antes que los demás.

  • Nada de sal. La mayoría de la población dobla la ingesta recomendada de sal, un consumo elevado que puede repercutir en la salud cardiovascular. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar la ingesta a menos de cinco gramos al día en el caso de los adultos (un poco menos que una cuchara de té). En esta cantidad debería estar incluida la sal visible, que es la que nosotros añadimos a la comida, y la invisible, que es la que contienen los productos de por sí.

  • Guardar lo que no se come. Lo que sobra, hay que guardarlo para otra ocasión. No es necesario acabar con todo. Cuando uno está saciado, comer de más no hace bien.


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