Este 6 de noviembre se celebra el Día Internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados, instituido por la Asamblea General de Naciones Unidas en 2001. Esta efeméride tiene un significado especial en medio del conflicto bélico iniciado por las tropas rusas que está acabando con el medio ambiente de Ucrania.
Es un lugar común afirmar que en la guerra la primera víctima es la verdad. Quién sabe. Junto a los muertos y heridos y las ciudades arrasadas, debemos fijarnos también en el medio ambiente, que sufre siempre una agresión brutal.
Daños al medio ambiente de Ucrania
La medición del impacto medioambiental de la guerra en Ucrania no está siendo sencillo, y de hecho varían los resultados con el paso de los días. Tras los ataques rusos a los centros industriales ucranianos, se han liberado sustancias peligrosas para los humanos y para la naturaleza. Los combates han afectado a la biodiversidad, con las graves consecuencias para el suelo, los ríos, los animales y las plantas.
Por ejemplo, un tanque de infantería ruso (de los que han perdido varios miles) han sido abandonados como chatarras en medio de carreteras y caminos. Los depósitos de la cisterna de esos blindados pueden almacenar entre 500 y 1.600 litros. Ese combustible, aunque quede poco, contiene plomo, otros metales pesados y compuestos orgánicos volátiles, elementos todos muy peligrosos.
La contaminación de los ríos y suelos del medio ambiente de Ucrania es uno de los mayores quebraderos de cabeza de las organizaciones ecologistas. Se trata de un país con un stock de 6.000 millones de toneladas de residuos líquidos provenientes de la actividad minera e industrial, enclaves duramente atacados por los rusos. Por ejemplo, junto a la ciudad de Ternopil, el agua del río tiene niveles de amoníaco 163 veces superiores a los normales y de nitrato 50 veces más altos, tras el ataque de un misil ruso a una factoría de fertilizantes.
Liberación de sustancias peligrosas
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señala que la contienda ha provocado daños en muchas zonas, con incidentes en centrales e instalaciones nucleares, infraestructuras de petróleo y gas, como refinerías, plataformas de perforación, oleoductos de distribución, minas de carbón y factorías agroindustriales. Las explosiones de las bombas consiguieron liberar sustancias peligrosas, como disolventes, fertilizantes y ácido nítrico.
La biodiversidad siempre pierde en una guerra. Ucrania tiene muchas zonas protegidas con especies únicas: la conservación de una veintena de plantas endémicas está en riesgo por las bombas, los convoyes militares o los incendios.
Delfines y aves migratorias
Y la fauna también está siendo afectada. En el Mar Negro, el sonar de los navíos de guerra destruyen el oído interno de los delfines. Varios miles de cetáceos han aparecido muertos en las costas de la región desde el comienzo del conflicto. El medio ambiente de Ucrania sufre porque el país es zona de tránsito para aves migratorias, y la costa del Mar Negro, lugar de anidación.
El Gobierno de Kiev está realizando un inventario de los daños al medio ambiente de Ucrania y se plantea exigir una indemnización ante los tribunales internacionales. En cualquier caso, el Ejecutivo tiene el compromiso de gestionar un plan de restauración financiado por la Unión Europea y otros socios. La iniciativa, que incluye la replantación de árboles y la construcción de centros de rehabilitación para animales salvajes, ha sido puesta en tela de juicio por organizaciones ecologistas, que acusan al Gobierno de aprovechar las circunstancias para extender la tierra cultivable quitándose a los bosques y acelerar la tala de árboles.
Centrales nucleares
Que la disputa del control de centrales nucleares sea una práctica en la contienda debería ser motivo de preocupación, porque un accidente en una de estas instalaciones puede provocar una catástrofe en vidas humanas y para el medio ambiente.
El ejemplo más notorio de estos accidentes es el que sucedió en Chernóbil en 1986, precisamente en Ucrania. En 2011 tenemos el de la central japonesa de Fukushima, producido por un tsunami. Aunque las posibilidades de que ocurra un accidente son pequeñas, superar el riesgo 0 ya es peligroso.
Cuando se produce una fuga, los niveles de radiación son mortales para las personas, flora o fauna en exposición. De acuerdo al nivel de intensidad de la radiación, los efectos son mortales a corto, mediano o largo plazo, por ejemplo, provocando malformaciones o tumores. Las consecuencias no afectan solamente a la zona más cercana: las nubes radiactivas pueden trasladarse a miles de kilómetros a través del aire o el agua.
El núcleo de los reactores nucleares contiene más de 60 sustancias radiactivas, similares a elementos biológicos de nuestro cuerpo. Por eso se acumulan y originan efectos devastadores. Algunos de estos elementos tienen ciclos de vida muy cortos, pero otros permanecen durante largo tiempo.
De los más de 60 contaminantes, los que más afectan más a los seres humanos son el estroncio 90, el cesio y el yodo. Lo que parece claro es que cuando entran en el cuerpo destruyen las células y dañan el ADN.
Consecuencias de las guerras
Desde antes de que el antepasado del hombre se irguiera, la violencia forma parte del devenir de la humanidad. Están verificados los efectos que provocan las guerras en el medio ambiente: peligro para los ecosistemas marinos, pérdida de bosque, incendio de pozos de petróleo, falta de agua, pérdida de fauna y sobreexplotación minera.