Este 8 de junio se celebra el Día Mundial de los Océanos para rendir homenaje a la belleza, riqueza y potencial de los océanos y los mares y redoblar la lucha contra la contaminación por plásticos y la sobreexplotación pesquera.
¿Por qué hay que proteger los océanos? Porque generan la mayor parte del oxígeno que se respira, suministran alimentos, regulan el clima al absorber el 25% del dióxido de carbono provocado por la actividad humana, concede la oportunidad de trabajar a las personas que viven de la pesca marina y es el hábitat de 200.000 especies identificadas (más las que todavía se desconocen).
Advertencias sobre los océanos
Aparte de las gestiones sobre la materia de gobiernos e instituciones globales, individualmente se pueden llevar a cabo acciones que favorecen un mejor estado de los mares: evitar pajitas de plástico y sustituirlas por las de acero o bambú, sustituir las bolsas de plástico por bolsas de tela, consumir pescado que no esté sobreexplotado y elegir marisco del que se conozca su procedencia, almacenar los alimentos en táperes reutilizables, limpiar la basura provocada por cada uno en la playa, no comprar artículos elaborados con productos del océano como joyería de corales, adornos de estrellas de mar y otros que procedan de tiburones o ballenas y apoyar a grupos y organizaciones que están luchando por proteger el hábitat de los océanos.
Lleva décadas la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) advirtiendo sobre la sobreexplotación de mares y océanos y las malas prácticas pesqueras, culpables de estar dejándonos sin peces.
Pérdida de biodiversidad
La solución pasa por avanzar en un modelo de pesca sostenible capaz de garantizar la supervivencia de las especies y la actividad pesquera. Las consecuencias de las prácticas actuales son muy graves. Según la ONU, la pérdida de biodiversidad marina empobrece a más de 3.000 millones de personas en el planeta, a aquellos cuyo medio de vida se basa en la riqueza de los mares y las costas y las flotas pesqueras, que tienen que desplazarse a caladeros lejanos buscando de aguas productivas, lo que aumenta emisiones y encarece el producto.
Por pesca sostenible se entiende el conjunto de prácticas que pone el foco en la conservación medioambiental, respeta los ecosistemas marinos y busca adecuarse al ritmo reproductivo de los peces para mantener el equilibrio. Todo ello supone beneficios sociales, económicos y nutricionales. También evita la captura indiscriminada de alevines y especies amenazadas o sin valor comercial, provoca menos residuos y desperdicio alimentario, minimiza el consumo de energía y reduce la contaminación por vertidos de fuel y de productos químicos.
Consumo responsable
En España Marine Stewardship Council (MSC), organización internacional sin ánimo de lucro, lleva más de veinte años favoreciendo que la pesca sea una actividad sostenible. En total, 483 productos se comercializaron en España con el Sello Azul de MSC en el ejercicio 2020-2021, 20.000 toneladas de alimento.
Marine Stewardship Council fija estándares con base científica y mundialmente reconocidos en materia de pesca sostenible y de trazabilidad de productos pesqueros. El Sello Azul y su programa de certificación reconocen y premian las prácticas pesqueras sostenibles con el propósito de ayudar a potenciar un mercado más sostenible, que sea respetuoso con los productos del mar.
El peligro de los plásticos
La organización ecologista Greenpeace pone ejemplos muy pedagógicos de lo que contaminan los plásticos: 8 millones de toneladas de basura al año llegan a los mares y océanos (equivalente al peso de 800 Torre Eiffel, para cubrir 34 veces la isla de Manhattan o el peso de 14.285 aviones Airbus A380); aunque se desconoce la cantidad exacta de plásticos en los mares, se estima que hay entre 5 y 50 billones de fragmentos de plástico (sin contar el fondo marino o las playas); el 70% se queda en el fondo, el 15% en la columna de agua y el 15% en la superficie del mar.
Más problemas. Las prospecciones de yacimientos mineros en fosas oceánicas no han parado a pesar de los consejos de geólogos y las quejas de los conservacionistas, que pide una moratoria global de la minería marina. Oro, plata, cobre, litio, platino, wolframio, materias primas críticas, están en el fondo de los océanos.
Antes de julio de 2023 está previsto un reglamento de la ONU para establecer cómo pueden explotarse estos recursos en aguas internacionales.
La contaminación acústica
Bajo el agua, a una profundidad que oscila entre 200 y 400 metros, la oscuridad del océano es total. El sonido entonces se convierte en la única manera de comunicación entre las especies. Pero está siendo alterada por el ruido de las actividades humanas (tráfico marítimo, explotaciones petroleras u operaciones militares), lo que amenaza el equilibrio de los ecosistemas.
Porque los que allí habitan no tiene posibilidad de huir a otros lugares más silenciosos. El problema afecta la mayoría de seres vivos, como invertebrados, plantas y algas, que viven cerca del lecho marino. Por ejemplo, los arrecifes de coral o las praderas de Posidonia oceánica están en peligro por la contaminación acústica, que lleva a inhabilitar la capacidad de echar raíces o de alimentarse.
Los animales marinos tienen en el sonido su herramienta para la comunicación. La exposición continuada al ruido puede provocar estrés, problemas cardiacos o daños en el ADN.