Una tendencia en supermercados y restaurantes es el creciente interés de los consumidores por lo “bio”, “eco” u “orgánico”. La alimentación ecológica procura beneficios para la salud, pero también para el medio ambiente.
Para que un alimento sea considerado ecológico debe cumplir algunas reglas como la rotación de los cultivos, la limitación en el uso de pesticidas sintéticos, nada de antibióticos para el ganado, prohibición de transgénicos, adaptación de la agricultura y la ganadería a cada lugar, cría en espacios abiertos y utilización de los recursos naturales cercanos a la fuente de producción.
Las ventajas de la alimentación ecológica
Los alimentos naturales mantienen sus propiedades nutritivas. En su proceso no se utilizan sustancias químicas ni organismos modificados genéticamente. La ausencia de productos químicos provoca que la alimentación ecológica sea más saludable porque se asimila mejor por el organismo, se fortalecen las defensas y contribuye a prevenir enfermedades.
El respeto al medio ambiente está en el ADN de los productores de los alimentos biológicos. La agricultura ecológica protege flora y fauna ya que usa menos aerosoles y no genera contaminación.
Al ser artesanal el proceso de elaboración de la alimentación ecológica, conservan su sabor natural y sus propiedades. Cuando un consumidor apuesta por estos productos, busca recuperar el auténtico sabor de los alimentos. También se conservan mejor y durante más tiempo.
Perjuicios de la agricultura industrial
La agricultura industrial consume grandes cantidades de agua y necesita mucho petróleo. Favorece el cambio climático por la utilización de fertilizantes y plaguicidas de naturaleza química que provocan emisiones de gases de efecto invernadero.
Los productos de la alimentación ecológica procedentes de la agricultura tienen menos índices de pesticidas y metales tóxicos como el cadmio. También presentan una mayor cantidad de antioxidantes, hasta un 60% más que en los cultivos tradicionales. Frutas, hortalizas y cereales ecológicos aportan una dosis complementaria parecida al consumo de entre una y dos raciones extra de frutas u hortalizas al día.
El logotipo ecológico de la Unión Europa (UE) marca que el alimento respeta la naturaleza porque se ha producido de manera sostenible, que se ha procurado el bienestar animal, que no es un organismo genéticamente modificado y que respalda un uso limitado de aditivos alimentarios.
Los beneficios de la dieta vegana
Distintos estudios avalan que la dieta vegana presenta el mayor potencial para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Una investigación de 2020 publicada en Nature Sustainability halló un alto costo de oportunidad de carbono de la agricultura animal, de manera que la tierra desplazada por alimentos de origen animal tiene el potencial de capturar 152.5 gigatoneladas de carbono en la biomasa vegetal viva si hombres y mujeres modificaran su alimentación y empezaran a comer vegano.
Otro ejemplo más: los pastos usados para alimentar animales rumiantes criados para carne y productos lácteos provocan el 72% del carbono, mientras que las tierras de cultivo para forraje constituyen el otro 28%.
Incluso se llega a cifrar el beneficio. Según un estudio de The Lancet (2019) cambiar a una alimentación basada en plantas podría reducir las emisiones vinculadas con los alimentos hasta en un 80% para 2050. Más datos: los veganos tienen la huella de carbono más pequeña. Por el contrario, aquellos que en sus hábitos incluyen mayor consumo de carne es mayor: 2,5 veces más que las personas veganas.
Menos carne, menos emisiones
Slow Food ha lanzado distintas campañas de concienciación para que se reduzca el consumo de carne, porque beneficia al medio ambiente y la salud. La organización se muestra a favor de los ganaderos que crían en armonía con la naturaleza, respetan a los animales y los ecosistemas. En el polo opuesto de las macrogranjas.
La apuesta es comer menos carne y de mejor calidad. Y solo la procedente de las granjas sostenibles, donde el bienestar de los animales es una prioridad. En estos lugares, el ganado se mueve a su antojo por pastos abiertos y se alimenta con comida orgánica. Más ventajas: la ganadería sostenible contribuye a reducir la deforestación, el uso del suelo y la desertificación, protege la biodiversidad y mejora la fertilidad del suelo.
El consumo excesivo de carne de ganadería intensiva basada en un modelo industrial no beneficia al medio ambiente. Según la FAO, el sector ganadero emite el 14,5 % de la cantidad total de gases de efecto invernadero. Pero aquí no quedan las consecuencias. El 23 % del agua disponible del planeta se utiliza para la ganadería. Además, las macrogranjas tienen otros efectos negativos en los ecosistemas por la contaminación por estiércol y las emisiones de metano.